Humanidad crucificada y esperanzada, según el octogenario mosén Blanquer

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«Notes per a les acaballes d’aquesta dolorosa Quaresma» constituyen un breve relato y unas reflexiones de Blai Blanquer y Cutrina, mosén octogenario, de la hoy diócesis de Terrassa. Su último destino pastoral durante 21 años ha sido Sant Cugat del Vallès. Sigue el relato de mosén Blai, de lectura propicia para esta Semana Santa de 2022…

“Mientras he estado ingresado en lo alto del hospital sentía el ruido de los helicópteros que, al acercarse al helipuerto, crecía cada vez más. Su rumor no inquieta, es bienvenida porque está al servicio de la urgencia de salvar vidas. El ir y venir de esos aparatos benefactores inevitablemente me hizo pensar en aquellos otros que, con la misma celeridad y eficacia, hoy mismo, no transportan salud sino que embisten para matar.

La técnica se pone al servicio de la vida o de la muerte según la ética o la falta de ética de sus dueños. El progreso es un gran beneficio para la humanidad, pero comporta el riesgo de tergiversar el orden de los valores y confundir el bien y el mal. Hay quien quiere conseguir su provecho sin límite en detrimento absoluto de los demás.

El resultado es que el mundo ya no sea un espacio de hermandad porque la potencia -ahora enorme- de la técnica está amenazando con destruir el linaje humano. Desde Caín hasta la actualidad, los ebrios de poder enloquecen para desgracia de los suyos y de los demás. Su delirio no los hace sólo delincuentes, sino que les degrada la condición humana y su dignidad se sitúa por debajo de las bestias: “Son peores que las fieras carnívoras, las cuales nunca matan por matar, sino por sobrevivir” (Dr. .Antoni Jonch).

Como contraste, los cristianos creemos que Dios ama y que, como dice el salmo quinto, «el hombre falso y sanguinario, Tú, Señor, lo abominas». Por tanto, la perfección de la dignidad humana tiene como fundamento la ley del amor. Esta fuerza nos da la certeza de que no es inútil el intento de instaurar la fraternidad universal. Y nos urge, también, a creer que el amor no debe ser instaurado sólo en los asuntos de gran importancia (a menudo más allá de nuestras posibilidades), sino que también debe ser observado en las pequeñas cosas de cada día que tenemos a nuestro alcance.

Desde nuestra pobreza y aflicción por la humanidad crucificada, invocamos a los Señor: “Salve, oh cruz, única esperanza en este tiempo de pasión. Aumente en los fieles la gracia y aleje los reos de sus crímenes” (Del himno de primeras vísperas de Ramos a Jueves Santo)”.

Mosén Blai Blanquer concluye: “La Constitución pastoral Gaudium et Spes (37-38), del Concilio Vaticano II, ilumina con el Misterio Pascual el verdadero progreso humano, Misterio que es prenda de la gran esperanza y alimento para el camino, ”sacramento de la fe, en el que los elementos de la naturaleza, cultivados por la humanidad, se convierten en el Cuerpo y en la Sangre gloriosos, sacramento que es cena de comunión fraterna y cata del convite celestial”.

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