«Rescatando el sentido de este día de entre las sosas calabazas y falsas telarañas, propongo un brindis para los que ya no están. Para los abuelos, padres, tíos, primos, hermanos… Por los amigos y amores que se fueron tan de madrugada. Ya son polvo de estrellas pero mantienen sus hogares en nuestro corazón. A todos y cada uno de ellos, un cálido recuerdo y tres palabras: gracias, perdón, te quiero. Para los que no están con nosotros, por los que faltan y dejaron su ausencia escrita en recuerdos, por aquellos que dejaron de mirar nuestros ojos y nosotros los suyos, por aquellos que el corazón les falló y dejaron de escribir notas en la partitura de nuestra vida. Por aquellos que prometieron ser felices y murieron luchando por conseguirlo, por aquellos que no llegaron a serlo y por aquellos que murieron con una sonrisa en el rostro después de años, y miles de recuerdos vividos. Recordémonos verdaderamente de ellos, los Santos de nuestra vida. Feliz día de Todos los Santos».
2.- Hasta aquí un texto transmitido por Teresa Vilaplana, mujer cristiana y comprometida con los derechos humanos y de los pueblos, sobre el Día de Todos los Santos y el Día de Difuntos. Dos días que la Iglesia, a pesar de sus infidelidades al Evangelio de Jesús, tiene el acierto de celebrarlo litúrgicamente.
3.- Vida y muerte son una experiencia profundamente humana, de una humanidad que forma parte del universo infinito. Misterio inherente a la condición humana en todas partes y a lo largo de los siglos. Hay muerte en la vida. Todos morimos. Hay vida en la muerte. Podemos morir en la esperanza. La esperanza de quienes intentan ser buenas personas.
4.- La experiencia cristiana de esta bondad se expresa en las llamadas Bienaventuranzas explicadas por Jesús a toda la gente (Mateo 5, 1-12).
“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los que lloran, porque serán consulados.
Dichosos los humildes, porque poseerán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque serán saciados.
Dichosos los compasivos, porque serán compadecidos.
Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos quienes trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por ser justos, porque de ellos es el Reino de Dios.
Felices vosotros cuando, por mi causa, os insultarán, os perseguirán y esparcirán contra vosotros todo tipo de calumnias. Alégraros y celebradlo, porque vuestra recompensa es grande en el cielo. También así persiguieron a los profetas que os han precedido”