La demagoga Colau contra el debate libre en Twitter

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«Contrastos» es el título de un artículo del periodista Marc Argemí publicado en «Diari de Sabadell» en que analiza de manera implacable la decisión de Ada Colau de abandonar Twitter. Argemí es socio fundador de «Sibilare», consultoría estratégica especializada en los datos y la comunicación. Sigue este texto …

Dice Ada Colau que Twitter te puede convencer de que la humanidad es mala, desconfiada y egoísta. Esto ha dicho la alcaldesa de Barcelona, ​​en una particular análisis que tiene un poco de pseudosociologia, otro poco de moralismo, y una pizca de demagogia política. La conclusión a la que ha llegado, asegura, es que deja Twitter «para que el amor gane al odio». Eso sí, para que nadie se asuste, se apresura a precisar que seguirá en Instagram y Facebook, «otras redes menos polarizadas y menos aceleradas» (sic).

El reproche general a una plataforma social en particular siempre me ha despertado recelos. Me recuerda aquellas personas que a lo largo de la historia, ante cada avance tecnológico, se han apresurado a alertar de las calamidades que el nuevo invento hará caer sobre la comunidad humana. Pero en este caso me resulta especialmente injusto, porque precisamente Twitter es una de las redes sociales que más ha contribuido al debate social y político, y que a pesar de las controversias, que no han faltado, es donde mejor se ha respetado la libre expresión de cada usuario. Es más, técnicamente, de hecho, polariza menos que otros. Más bien, son los usuarios o los temas de debate los que nos polarizan.

Sí: Twitter ha estado en el ojo del huracán por Trump, los botes rusos, y los trolls o usuarios alborotadores de signo diverso que llaman e insultan … pero se obvia un amplísimo campo de conversación digital entre usuarios, que es provechosa, civilizada, apasionante, interesante, divertida y sorprendente. Twitter es un espacio muy amplio, con lugar para muchos ambientes. Se puede aprender historia, comentar partidos de fútbol, ​​disfrutar de la naturaleza, dar voces para buscar desaparecidos, hacer correr que alguien necesita trabajo, o compartir recomendaciones ante una catástrofe. Es el directo, la espontaneidad, la hipótesis en discusión.

El debate sobre la polarización en redes no es nuevo, y la reflexión sobre sus consecuencias, tampoco. De hecho, el movimiento mismo que ya hace unos cuantos años propulsó Colau a la alcaldía de la capital tampoco se podría explicar sin la influencia de Twitter. La decisión-declaración de Ada Colau de dejar Twitter -según ella «para hacer buena política» y «ser mejor persona» – es, en cambio, un movimiento relativamente nuevo. Es paradójico asegurar que la conversación que se genera en Twitter dificulta ambas cosas -la buena política y ser mejor persona- y al mismo tiempo mantener una presencia en otras redes donde precisamente el algoritmo alimenta igualmente la polarización, aunque sea más indolora y confortable , como es el entorno Facebook e Instagram. Está huyendo de una polarización abierta, sí, pero optando por un tipo de polarización amable que invisibilice mejor la parte contraria.

Del fuego a las brasas. Si se quiere resolver el efecto negativo de la polarización hay que partir de la realidad que quizás Twitter nos muestra demasiado crudamente: que somos las personas las que quizás tenemos que aprender a debatir más civilizadamente. El problema, como casi siempre, no es sólo de la plataforma: está en la forma en que respondes y como encajes. Es interesante reivindicar un debate más civilizado, pero es discutible injuriar al efecto la red social que más ha trabajado para generar espacios de contraste. Porque tal vez el debate no sea sobre la polarización, sino sobre la pérdida de la cultura del contraste de opiniones: que la sensibilidad que tenemos hacia las voces discrepantes sea desproporcionada, y acabamos poniendo el cajón del odio o del hostigamiento un abanico de matices que no pueden ponerse al mismo nivel.

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