La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada y proclamada por la asamblea general de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, es plenamente vigente 72 después. Hay que dejar constancia de que se trata de «naciones» unidas, no de estados unidos.
Artículo 1. «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Son dotados de razón y conciencia, deben comportarse entre ellos fraternalmente».
1. «Todos los seres humanos». Hombres, mujeres, gays, lesbianas. Niños, jóvenes, mayores. Blancos, negros, mestizos. Sanos, enfermos. Europeos, africanos, americanos, asiáticos. Presos, exiliados, perseguidos, emigrantes. Parados, sin techo. Ateos, agnósticos, creyentes. Británicos, chinos, españoles, catalanes. Cada uno es y debe ser libre. Todos son iguales en dignidad y derechos.
2. «Hay que mantenerse entre ellos fraternalmente». La Declaración Universal de los Derechos Humanos sintoniza con el mensaje evangélico de Jesús de Nazaret. «En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mateo 25, 40). «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y lo hemos creído. Dios es amor. El que está en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Juan 4, 16)
3. La Declaración defiende y promueve los derechos y las libertades de las personas, pero no es una Declaración individualista. Es una Declaración comunitaria. En su preámbulo habla de «familia humana», de «relaciones amistosas entre las naciones», de «ideal común que todos los pueblos y todas las naciones deben alcanzar». Esto también sintoniza con el Evangelio que es un mensaje con la doble dimensión personal y comunitaria. «Jesús les dijo: Es necesario que también anuncie la buena nueva del Reino de Dios a las otras poblaciones, que por eso he sido enviado» (Lucas 4, 43)
4. La experiencia muestra que hay personas y regímenes políticos (instituciones, aparatos judicial y policial, cloacas del estado, caverna mediática …) que atentan contra la dignidad, las libertades y los derechos de las personas y de los pueblos . Es decir, violan la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Evangelio.
5. En el preámbulo de la Declaración se afirma: «Considerando esencial proteger los Derechos del Hombre con un régimen de derecho a fin de que el hombre no se vea compelido a rebelarse contra la tiranía y la opresión». Esto sintoniza con el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que se hace suya la doctrina de Santo Tomás de Aquino. «Cuando una ley se opone a la razón se le llama ley inicua; en este caso, deja de ser ley y se convierte más bien un acto de violencia» (número 398). Y también: «El ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las autoridades civiles si son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o las enseñanzas del Evangelio» (número 399) .
(Dedicado al Grup de Drets Humans de la parroquia de Sant Medir de Barcelona)