Muchos han muerto solos … en residencias de ancianos, hospitales, centros médicos. Sistema colapsado. Confinamiento. Inhumanidad. Escándalo. Soledad. Angustia de todos. Infinita fragilidad humana.
1. «Jesús dijo a un seguidor: ‘Sígueme’. Él respondió: ‘Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre’. Jesús le dijo: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve a anunciar el Reino de Dios» (Lucas 9, 59-60). Palabras sorprendentes, duras, provocadoras de Jesús de Nazaret. ¿Posible interpretación? La vida continúa. Anunciar el Reino de Dios implica actuar ahora y en el futuro a favor de los vivos, de su bienestar, de su libertad, de los que sufren, de los que están enfermos, los presos, los exiliados y presos políticos, los perseguidos, los más marginados. Anunciar el Reino de Dios también significa que se debería de haber actuado de esta manera antes de que mujeres y hombres murieran, fueran enterrados o incinerados.
2. Todos tenemos responsabilidad en estos hechos aunque con diversidad de grado. El «mando único competente». El Gobierno español, los Gobiernos, la oposición. La mala gestión para parar la pandemia. El sistema económico. El sistema sanitario. Las fuerzas de seguridad. Las familias que dejan, o a veces abandonan, las personas mayores en las residencias. El Registro Civil dependiente del Ministerio de Justicia que hacen pesada los trámites burocráticos. Los medios de comunicación que pontifican pero que nunca antes han hecho periodismo de investigación sobre estas cuestiones como, por ejemplo, el estado de las residencias.
3. Todos, todos, somos responsables de que el coronavirus nos esté superando en la vida, en el confinamiento, en el contagio, en la muerte. «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que tire la primera piedra» (Juan 8,7). Lo dijo Jesús a los maestros de la ley y los fariseos que querían apedrear a una mujer sorprendida en adulterio. ¡Otra vez el sistema judicial! Todos los acusadores al oír esto se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos. Aquí lo dejo … que diría el abogado Gonzalo Boye.