El brillante periodista radiofónico Jofre Llombart escribe uno de los mejores artículos de estos días sobre Jordi Pujol. El texto es lúcido, implacable, sin complejos, libre. Lo titula «Ara no toca» y se publica en un diario nacional catalán como es El Punt / Avui. El autor no se deja atrapar por el juego sucio de la fiscalía afinada española ni por las olas de resentimiento que vomitan algunos políticos y periodistas. «Ara no toca» denuncia la purga hipócrita del pujolismo.
Pues no, no me pienso sumar a la purga de pecados exprés, a menudo de manera hipócrita, que se está haciendo del pujolismo. No hablo de la persona, sino del político. Y más concretamente del revisionismo fulminante de su obra. Muy sencillo: no pienso contribuir al análisis destructor de su legado político hasta que este análisis no se haya limpiado el polvo de la paja. Es decir, hasta que no se admita que su poder fue bien a muchísimas personas, también a aquellos que ahora lo quieren destrozar.
Dicho de otro modo más actualizado: hay prisas para saber si el hundimiento personal, político y moral de la familia Pujol afecta el independentismo. Es cierto que hay voces de este independentismo que calibran el escándalo en función de si esto suma o resta adeptos a la causa. Un poco como si la corrupción fuera lo menos importante. De acuerdo. Pero no es menos cierto que buena parte del unionismo está haciendo exactamente lo mismo pero en sentido contrario. Les es igual averiguar, limpiar y procurar un retorno del dinero. En este caso, la corrupción también es lo menos importante. Conviene que haya una lluvia fina de informaciones para poder laminar apoyos al movimiento.
Es muy curioso el intento de vincular la caída póstuma del ex (en vida política no perdió ninguna elección) con una pérdida de peso social del independentismo. Curioso porque no parece que Gürtel, Lezo o Púnica afecten la unidad de España ni el caso ERE, el socialismo. Curioso porque el mismo día que se escribió la famosa carta de la madre superiora -diciembre de 1995- Pujol estaba negociando su investidura con el PSC y el PP, no con ninguna formación independentista. Curioso también es que sólo se acuse de silencio cómplice una parte de la sociedad catalana, la que curiosamente ahora es independentista. Y es que los que ahora dicen que todo el mundo conocía las malezas de los Pujol pero que la sociedad no era lo suficientemente valiente para airear la foto eran los más interesados a que esto fuera así. Normal: les iba, también, retener el poder a su amada España.
(Traducción del artículo «Ara no toca» de Jofre Llombart, publicado en El Punt / Avui)