No al Dios de Fernández Díaz y De Alfonso

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La ciudadanía, creyente o agnóstica, tiene razones sólidas para votar «sí» al Dios de Jesús y votar «no» al Dios de Jorge Fernández Díaz y Daniel De Alfonso.

1. El ex ministro Fernández Díaz hace gala pública de su fe católica y de sus estancias en el faraónico Valle de los Caídos. El juez De Alfonso proclama que cree en Dios durante su intervención en la comisión parlamentaria que intenta investigar (a pesar de PP, PSOEPSC, C’s) la Operación Cataluña y las actuaciones de las cloacas del estado español contra el proceso soberanista, democrático y pacífico, catalán. (Ambos personajes en la foto).

2. Utilizar Dios o la fe en Dios para justificar un comportamiento éticamente reprobable es manipular la imagen y el sentido de Dios. Un cristiano y también un agnóstico respetuoso deben decir «no» a esta burda manipulación. Un cristiano no manipula la fe. Un cristiano es aquella persona que intenta ser cristiana. Es decir, que intenta configurar su existencia según los valores del mensaje evangélico de Jesús. Valores de libertad, de solidaridad, de compromiso con los derechos de las personas y de los pueblos, de la trascendencia.

3. El Evangelio de Jesús no se encuentra en los templos faraónicos fascistas, ni en las cloacas del estado, ni entre los afinadores de fiscales, ni en la destrucción de servicios nacionales de la salud, ni en la elaboración de informes falsos para atentar contra la honorabilidad de las personas por motivos políticos, partidistas o electorales, ni en conspiraciones antidemocráticas. Todos estos elementos configuran un refinado y alto nivel de corrupción. El corrupto es oportunista, no reconoce que practica la corrupción, no acepta la crítica, descalifica al adversario.

4. El Papa Francisco se ha referido muchas veces a la corrupción con palabras muy duras, como en el discurso pronunciado a una delegación de la Asociación Internacional del Derecho Penal. Siguen algunas afirmaciones de Francisco: «El corrupto atraviesa la vida por los atajos del oportunismo, con el aire de quien dice: ‘No he sido yo’, llegando a interiorizar su máscara de hombre honesto. El corrupto no puede aceptar la crítica, descalifica a quien lo critica, trata de disminuir cualquier autoridad moral que pueda ponerle en duda, no valora a los demás y ataca con el insulto a quien piensa de manera diversa. Si las relaciones de fuerza lo permiten, persigue a quien lo contradiga. La corrupción se expresa en una atmósfera de triunfalismo porque el corrupto se cree un vencedor. En este ambiente se jacta para rebajar a los demás. El corrupto no conoce la fraternidad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad. El corrupto no percibe su corrupción (…) La corrupción es un mal mayor que el pecado».

5. Las palabras sabias, cívicas y cristianas de Francisco contra la corrupción interpelan a Jorge Fernández Díaz, a Daniel de Alfonso y a los internautas.

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