Las confesiones religiosas, incluida la católica mayoritaria, tienen un compromiso solidario en las luchas compartidas que Òmnium Cultural transforma en campaña para fortalecer el proceso soberanista catalán.
1. Toda aportación de gente e instituciones es bienvenida. Todos (creyentes, ateos, nacidos donde sea, de cualquier ideología democrática) es bienvenido. Nadie es excluido. Lógica es la presencia de cristianos en el consejo asesor de «Lluites compartides» como Arcadi Oliveres, Enric Canet, Jaume Botey, Jordi Porta, Rafael Hinojosa, Tica Font, Viqui Molins.
2. La jerarquía y las bases de la Iglesia, a pesar de contradicciones y deficiencias, ofrecen una destacada hoja de servicios desde hace siglos y durante el convulso siglo XX. Dependencias eclesiales han acogido personas y grupos que han participado en la lucha clandestina en favor de la democracia y contra la dictadura franquista. Dependencias de la abadía de Montserrat, Capuchinos de Sarrià, numerosas parroquias como las de Sant Agustí, María Mitjancera, Sant Medí. Son lugares donde se han celebrado encuentros reivindicativos y de protesta contra la represión y la pena de muerte, y reuniones de partidos y sindicatos (Convergència, CCOO, Asamblea de Catalunya, Sindicat Democràtic d’Estudiants de la Universitat de Barcelona, Tancada d’Intelectuals…).
3. La Iglesia ha intentado en su actuación y en los documentos episcopales ser fiel tanto al mensaje liberador y solidario del Evangelio de Jesús como a las aspiraciones del pueblo de Catalunya. «Raíces cristianas de Catalunya» (1985) es un texto episcopal emblemático y vigente que, en sintonía con la Doctrina Social de la Iglesia Católica, propugna y defiende los derechos y las libertades de las personas y de los pueblos.
4. «Raíces» deja constancia de que la Iglesia defiende la lengua y la cultura catalanas, y vela por la cohesión del país. «Raíces» da testimonio de la acción eclesial respecto al fenómeno inmigratorio: «El extraordinario proceso de creación de nuevas parroquias en las nuevas y conflictivas barriadas surgidas alrededor de las ciudades, especialmente en el área metropolitana, no sólo ha sido un hecho pastoral muy importante sino que, por añadidura, ha supuesto un gran impulso social. Alrededor de las parroquias, única presencia activa, durante años, de la sociedad catalana en las zonas de más inmigración, han surgido escuelas, cooperativas de vivienda, agrupaciones culturales y hasta sindicales, y se ha establecido la primera red de asistentes sociales de barrio que ha habido, gracias a la organización de Cáritas».
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