El discurso retrógrado y dependiente de Miquel Iceta, ratificado como primer secretario del PSC/PSOE, tranquiliza a los poderes fácticos de la «España azul» y la «España roja» a pesar de que el lema de su XIII congreso ha sido «Catalunya, temps de canvi».
1. Decepcionante y anticuado discurso de Miquel Iceta cuando la Catalunya del siglo XXI vive un proceso soberanista gracias a la mayoría existente en el Parlament y en su multitudinaria presencia en la calle. Proceso soberanista democrático y pacífico que vive un acoso a la turca por parte de la caverna política, institucional, judicial, económica y mediática. Discurso de Iceta expresamente españolista y dependiente que dibuja un PSC/PSOE convirtiéndose definitivamente en un PSOE/PSC, a pesar de algún episodio pasajero que aparentemente chirría.
2. Discurso engañador de Iceta. Decir que Catalunya es nación pero rechazar su derecho a la soberanía es un engaño porque, de hecho, es negar que Catalunya es nación. Iceta saca del viejo cajón de los trastos un federalismo fantasmagórico que nunca se ha hecho realidad en más de cien años. Iceta recupera el bluf de que España es una nación de naciones. Nominalismo vacío de contenido. El bailarín Miquel Iceta, el decapitado Pedro Sánchez, la sultana Susana Díaz no tienen razón. España no es una nación de naciones. España es una nación. Catalunya es una nación. El bailarín, el decapitado y la sultana proponen una «España roja» identificada con la «España azul» del PP y de su marca blanca del C ‘s. No quieren reconocer que una España soberana y una Catalunya soberana pueden tener una relación más democrática, más libre, más solidaria, más igualitaria, más respetuosa, más moderna, más fraternal.
3. Iceta tranquiliza a los poderes fácticos de la España «azul» y «roja». El mensaje de Iceta y del PSOE/PSC es el discurso del miedo. Miedo a las urnas. Miedo a que el pueblo exprese con su voto qué presente y qué futuro quiere para el país, para el pueblo, para la nación. Estas cuestiones se resuelven en las urnas y en el Parlament de Catalunya a plena luz del día. No se resuelven en la oscuridad inhóspita de los despachos de Ferraz, o de Génova, o de la Moncloa, o de la Zarzuela.