El día en que murió el periodista Lluís Sierra fue el domingo, 21 de agosto, un día discreto de vacaciones de verano en una Barcelona desierta. Luto en «La Vanguardia» y en el periodismo.
1. Un día discreto de verano en su Barcelona, capital de Catalunya. Discreto como era él, Lluís, buena persona y buen periodista. La discreción es un elogio. Su compañero de redacción Ramón Suñé lo expresa muy bien. «En un mundo de egos exagerados, envidia y ganas de pontificar, Lluís Sierra se limitaba a hacer de periodista. Este es su mejor legado». ¡Qué contraste con la pedantería de aquellos periodistas obsesionados en escribir crónicas en que hablan de su yo, de su yo, de su yo!.
2. Lluís Sierra será recordado y querido por quienes le han conocido y tratado. El gran Ramon Llull afirma: “L’amor neix del record, viu de la intel·ligència i mor per oblit” (El amor nace del recuerdo, vive de la inteligencia y muere por olvido). Joan Bestard Comas escribe en «Serra d’Or»: «Cuando olvidamos las personas es que hemos dejado de amarlas. Lo que verdaderamente importa al final es que hayamos amado».
3. El día en que murió Lluís Sierra, en la misa dominical se leía aquel episodio revolucionario del Evangelio de Lucas en que Jesús explica a quienes quieren escucharlo que los últimos serán primeros y los primeros serán últimos. Estas palabras pueden ser atendidas por creyentes y por agnósticos. El teólogo Josep Rius-Camps comenta este texto. Los primeros que serán últimos son los ególatras, los que practican la injusticia, la censura, la corrupción, la mentira, los que gusta de figurar. Los últimos que serán primeros son los discretos, las personas rectas, justas, ecuánimes, que trabajan por la paz y la justicia social. Lluís Sierra ahora ya es definitivamente de los últimos que serán primeros.