Jesús y el mensaje cristiano son inconstitucionales

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La ofensiva del Gobierno de España contra las actuaciones humanitarias del Govern soberanista de Catalunya es brutal. Lo hace con el arma de su Constitución y con el silencio cómplice de las fuerzas políticas y mediáticas españolas.

1. La ofensiva española va dirigida contra las actuaciones que el Govern de Catalunya decide hacer a favor de los sectores más débiles de la sociedad catalana e internacional. Los refugiados, los afectados por la pobreza energética, los desahucios.

2. Una Constitución como la española que impide la solidaridad con las personas y los pueblos es inhumana. También es anti catalana porque esta Constitución, el Gobierno y el Tribunal Constitucional intentan que el Govern de Junts pel Si no pueda actuar a favor de la gente, especialmente la más vulnerable, por el hecho de que es un Govern catalán. Todo vale contra el soberanismo democrático y pacífico, incluso impedir que la gente con más dificultades disfrute de un mínimo y legítimo bienestar.

3. Esta Constitución que impide el ejercicio de la solidaridad es anticristiana porque la solidaridad es un elemento sustancial del mensaje cristiano. Jesús y el cristianismo son inconstitucionales en el Estado español.

4. Desde un punto de vista cristiano, un Gobierno que atenta contra la solidaridad no es legítimo. El sacerdote y teólogo vasco José Antonio Pagola lo explica en un libro titulado «Jesús y el dinero. Una lectura profética de la crisis». He aquí algunas de sus ideas: «Dios sostiene también hoy el clamor de los que sufren y la indignación de quienes reclaman justicia (…) Dios no puede ser Padre de todos sin reclamar justicia para aquellos que son excluidos de una vida digna (…) No se debe sacrificar la vida y la dignidad de los indefensos a ningún poder político, financiero, económico o religioso (…) Jesús no puede experimentar a Dios por encima o al margen de la historia humana del sufrimiento».

5. Pagola también explica a la luz del Evangelio: «Para Jesús, el gran pecado contra el proyecto de Dios consiste sobre todo en resistirnos a tomar parte en el sufrimiento de los demás encerrándonos en nuestro propio bienestar (. ..) Lo decisivo es la ayuda práctica y solidaria a los que sufren. Lo que hacemos a gente hambrienta, a inmigrantes indefensos, enfermos que sufren, presos olvidados por todos, tiene un valor absoluto, lo hacemos al mismo Dios, llega hasta el Misterio último de la realidad que los creyentes llamamos Dios (…) El sufrimiento de las víctimas deslegitima de raíz el imperio del dinero. Y no sólo eso. Este sufrimiento injusto pone en cuestión cualquier política o ideología».

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