Los atentados de Paris pueden dibujarse con un apunte ético, otro sobre la reacción de los hombres y mujeres, y con unas preguntas sobre la condición humana.
El apunte ético versa sobre el obsceno negocio de la compra venta de armas con países en conflicto bélico, o que vulneran los derechos humanos, o que las entregan en manos terroristas. Pedro Morenés, ministro de Defensa, lo justifica. Dice: «El Gobierno entiende que nada es perfecto en política y en el mundo, pero si se tiende a que las cosas mejoren es bastante admisible y lícito tener contactos políticos y comerciales con estos países». También Carmen Chacón, ministra de Defensa (2008/2011), tiene que explicarse. El informe «El controvertido comercio español de armas. Un negocio secreto (2001-2010)», de Justicia y Paz, denuncia que las exportaciones españolas de armas ascendieron a 1.228 millones de euros en 2010, lo que supone vender cada día tres millones de euros en armamento. Esta cifra significa un incremento del 388% en comparación con el año 2001. ¿Dónde están las armas, Carmen Chacón? ¿Por qué callas?
Morenés y Chacón pueden responder que este negocio es, ¡oh!, constitucional. Pero sería bueno que tuvieran en cuenta unas palabras del Papa Francisco pronunciadas el pasado 24 de septiembre en el Congreso de Estados Unidos. Dijo: «¿Por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indescriptible a las personas y a la sociedad?. Tristemente la respuesta que todos conocemos es simplemente por dinero. Dinero manchado de sangre y, muchas veces, de sangre inocente. Hay que afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas».
Un segundo apunte se refiere a las reacciones en contra del atentado. ¿Que hace la gente de la calle en tragedias como la de Paris? ¿Qué sucede? Se encienden velas en los lugares de los hechos, se llevan flores, se cantan canciones, se observan minutos de silencio, resuenan campanadas, hay plegarias. ¿De que sirven estos gestos aparentemente inútiles? Sirven para humanizar situaciones inhumanas.
Y unas últimas preguntas sobre la condición humana vigentes desde Auschwitz. ¿Es posible orar después de Auschwitz?. Enzo Bianchi, fundador y prior de la Comunidad Monástica de Bose, contesta; «Es posible orar después de Auschwitz, porque en Auschwitz, se rezó. Hebreos y cristianos murieron recitando el Xema Israel y invocando el Padre nuestro». Hombres y mujeres viven episodios infernales, situaciones límites, dolor, sufrimiento, violencia, muerte, mal. Silencio y ausencia de Dios. Todos, creyentes y ateos, pueden preguntarse: en estas situaciones: «¿Dónde está Dios?. Todos, ateos y creyentes, también pueden preguntarse: en estas situaciones, ¿Donde está el hombre? Ambas preguntas, ¿Dónde está Dios? y ¿Dónde está el hombre?, configuran un interrogante profundamente humano.
(Artículo publicado en www.tribunacatalana.cat)