Gregorio Morán tiene en «La Vanguardia» licencia para insultar también en Semana Santa

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1. Gregorio Morán tiene en «La Vanguardia» licencia para insultar. Sobre todo en lo relacionado con la dimensión religiosa de la condición humana y con el proceso soberanista catalán democrático y pacífico.

2. En el artículo «Ni pasión, ni gloria» (4 abril 2015) se refiere al párroco de un pueblo de Catalunya -sin atreverse a dar el nombre del sacerdote y del pueblo- que rechazó la participación de la Legión en una procesión de Semana Santa. Le dice al sacerdote que «usted es un cínico o un ignorante o las dos cosas» porque en tiempos del nacionalcatolicismo había habido un entendimiento entre el ejército y la Iglesia.

3. Lo que no dice Morán, el insultador, es que los legionarios pudieron participar con gritos de «Viva la Legión, Viva España» en una procesión en l’Hospitalet del Llobregat, población gobernada por partidos auto denominados de izquierda, con el beneplácito del párroco Custodio Ballester. El gesto de este sacerdote es elogiado por Germinans Germinabit, una plataforma digital ultra católica. Moran y Germinans coinciden, pues, en su ataque mezquino contra el sacerdote que no considera adecuado que Jesús clavado en la cruz sea custodiado por gente armada.

4. Gregorio Morán es el mismo que en las páginas de «La Vanguardia» (20 de septiembre 2014) insultó a Omnium Cultural, entidad que defiende democráticamente y pacíficamente la lengua, la cultura y la nación catalana. Morán escribió que “Omnium es el núcleo vivo y fortalecido de racismo y del reaccionarismo en Catalunya». Y se queda tan feliz. Ciertamente una persona queda tranquila cuando tiene necesidad de vomitar y vomita.

5. Gregorio Morán debe saber que no está bien insultar, aunque los insultados sean sacerdotes y catalanes. Alguien le debería recordar que hubo un tal Luis Martínez de Galinsoga que, siendo director de «La Vanguardia», se encaró el 21 de junio de 1959, con el rector de la parroquia de Sant Ildefons de Barcelona, Narcís Saguer. El director Galinsoga dijo al sacerdote: «Todos los catalanes son una mierda». Y fue Galinsoga quien acabó cubierto de mierda.

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