1. España y el catolicismo no existían hace ni dos ni mil años. La nación española y la confesión católica no existían en aquel tiempo diga lo que diga el sacerdote José María Gil Tamayo, secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Española.
2. Gil Tamayo afirma refiriéndose a España que «la institución de la Iglesia católica lleva casi 2000 años en este país». A pesar de la buena voluntad de Gil Tamayo, esta afirmación refleja el mito de una España que es nación eterna y única que niega la existencia de naciones como Catalunya. Este mito se transforma con el paso del tiempo en un nacionalcatolicismo contrario al cristianismo y que aún perdura en la España constitucional.
3. Lo que existe desde hace dos mil años es el cristianismo. El catolicismo, no. La Iglesia cristiana adopta en Occidente el nombre de «católica» y la Iglesia cristiana adopta en Oriente el nombre de «ortodoxa» cuando en 1054 se produce el Cisma de Oriente.
4. España se configura más o menos como nación (pero no como se entiende hoy en día) en 1469 con el matrimonio de los denominados Reyes Católicos. Catalunya es anterior. «El pueblo de Catalunya ha mantenido a lo largo de los siglos una vocación constante de autogobierno, encarnada en instituciones propias como la Generalitat, que fue creada en 1359 en las Cortes de Cervera, y en un ordenamiento jurídico específico recogido, entre otras recopilaciones, en las ‘Constitucions i altres dret de Catalunya«(Estatuto de autonomía de 1979).
5. La Iglesia católica catalana recoge las dos realidades, eclesial y nacional, en su documento que se titula «Raíces cristianas de Catalunya» (1985) y no raíces católicas. «Raíces» dice sobre la Iglesia en Catalunya: «La presencia cristiana en nuestra tierra remonta hasta los primeros siglos. Los acta del obispo Fructuoso en 259 son la primera fecha documentada. Al forjarse la nacionalidad catalana, muchos nombres oteadores de la Iglesia lo son también del país naciente. La figura del abad Oliba (971-1046), obispo de Vic, abad de Ripoll y de Cuixà y fundador de Montserrat, encarna el espíritu de toda una época». El documento del episcopado catalán deja constancia de que «las raíces grecorromanas y cristianas, europeas y mediterráneas son la savia que vivifica nuestro espíritu colectivo».