1. Politizadas quinielas episcopales se publican periódicamente en «La Vanguardia» firmadas por Enric Juliana (ver la foto). Se han de coger con pinzas. Ahora hay otra quiniela sobre el relevo del cardenal Lluís Martínez Sistach como arzobispo de Barcelona.
2. El autor coloca las quinielas en la sección de Política. Sus protagonistas son cardenales que se mueven por despachos y pasillos vaticanos como una acción medieval de intriga. Está interesado por una supuesta tramoya política que pueda haber, olvida el trasfondo del Evangelio e ignora a la gente. Ni una palabra sobre el pueblo, eclesial y cívico, en el nombramiento de sus obispos.
3. Una de las características de este tipo de relato episcopal es dar muchos nombres. Así se incrementan las posibilidades de acertar aunque por un acierto se producen muchos errores. En el caso del relevo de Martínez Sistach se dan siete nombres como hipotéticos sustitutos. Por orden alfabético: Antonio Cañizares, Juan José Omella, Salvador Pié, Jaume Pujol, Josep Àngel Sáiz Meneses, Sebastià Taltavull, Joan-Enric Vives. Se ha producido ya un doble error monumental. Cañizares ha ido a Valencia, no a Barcelona, y Carlos Osoro ha ido a Madrid a pesar de que el diario de los Godó especulaba que iría Ricardo Blázquez. Dos nombres han desaparecido misteriosamente en la segunda quiniela: Pujol y Sáiz Meneses. El autor incorpora el nombre de Pié sin tener en cuenta que este sacerdote y teólogo cumplirá 75 años y debería presentar de inmediato su renuncia en caso de que fuera nombrado obispo.
4. Estas politizadas quinielas episcopales tienen otras características. Son presentadas a toda página como si fueran información en vez de especulaciones que, según se escribe, proceden de unas anónimas «fuentes eclesiásticas consultadas». También se dice que tal o cual relevo se producirá antes de tal fecha. Por ejemplo, «el relevo parece que podría producirse antes de las vacaciones de verano». Se agota el verano, el de 2014, y no pasa nada. Ahora se escribe que «el nombramiento podría producirse durante la próxima primavera». ¡Hombre!, alguna vez se acertará.
5. Uno de los nombres preconizados por los aparatos político, mediático y eclesiástico español es el de Juan José Omella. Se le dibuja como un protagonista de película de colores. Personaje abierto, cordial, social, de talante franciscano, bien visto por cardenales influyentes y por el Papa Francisco. Y, ¡oh!, es «catalanoparlante, y ajeno al mundo catalanista y a la complejidad y los múltiples matices de la secular relación entre la Iglesia catalana y el catalanismo». Lo que no se dice es que Omella no es ajeno a las posturas contrarias a los intereses legítimos de Catalunya. Omella está implicado en la ofensiva aragonesa contra los bienes culturales de la diócesis de Lleida. Y en la Conferencia Episcopal Española, Omella vota a favor de la unidad de España como un bien moral a preservar y se desmarca de los obispos catalanes que defienden la legitimidad de la reivindicación nacional de Catalunya según la Doctrina Social de la Iglesia. Eso sí, no hace política.