1. «Volem bisbes catalans» (Queremos obispos catalanes) y soberanismo son cuestiones analizadas en «¿Esperando a Omella?», de José Lorenzo en «Vida Nueva». Texto escrito con visión cívica, católica y española. El comentario del presente post de in saecula saeculorum es hecho con perspectiva cívica, católica y catalana. El asunto es el rumoreado nombramiento del obispo Juan José Omella como sustituto del cardenal Lluis Martínez Sistach en Barcelona
2. El histórico clamor «Volem bisbes catalans» no va contra «los de fuera» ni contra nadie. No es un grito provinciano, ni étnico, ni político, ni partidista. «Volem bisbes catalans» va a favor de la Iglesia, de su libertad y de su misión. Y a la vez va en contra del nacional catolicismo político y eclesiástico español que considera que debe imponer sus criterios y sus obispos al catolicismo catalán para redimirlo de una supuesta situación decadente y perversa. El «Madrid» político, mediático y eclesiástico quiere hacer ver que no hay ningún obispo ni sacerdote en Catalunya que pueda ser un buen obispo en Barcelona y en las otras nueve diócesis catalanas y que, por tanto, hay que buscar en la Iglesia española alguien que realice tareas de sustitución en la Iglesia catalana.
3. Un análisis preciso sobre este asunto fue hecho por Joan Carrera, obispo auxiliar de Barcelona, en noviembre de 2002, seis años antes de morir. Su tesis es esta: «Hay quien impone fórmulas ajenas y extrañas a la realidad social y eclesial en lugar de reformar la sociedad y la Iglesia desde dentro. Desde 1714 se h habido sustituciones drásticas de episcopado e incluso de abades. En la posguerra se vivió un nuevo episodio de este proceso. Se sustituyó todo el catolicismo adaptado a la sociedad democrática de los años treinta por otro inspirado en el nuevo régimen franquista. Los efectos han sido graves. Cuando en Catalunya se pide ‘Volem bisbes catalans» no se expresa un deseo local. No es un patriotismo elemental. Es fruto de una experiencia que tiene ya más de dos siglos en los que se han visto los efectos nefastos de sustituir el concepto de evangelización del país real para uno de sustitución de este país, al menos en las instancias más significativas, por otro».
4. El planteamiento de Carrera puede ser entendido en el sentido de que algunos pretenden que, por la vía del nombramiento de obispos, la sociedad catalana sea dócil al poder político y eclesiástico español. El hecho es que el soberanismo español desprecia el soberanismo catalán. Pero el soberanismo catalán es tan respetable como lo son el francés, el cubano, el argentino, el griego, el español. El soberanismo catalán es democrático y pacífico. El soberanismo catalán es legítimo como cualquier otra opción política defendida por las vías democráticas y pacíficas. Los soberanistas consideran que la soberanía es la mejor fórmula para el bienestar y la libertad de Catalunya y por un entendimiento con España basad en la libertad y la solidaridad. El soberanismo no es ninguna nueva religión ni ningún dogma. Ni el catalán ni el español. La Iglesia católica, sin embargo, avala el derecho de los pueblos como Catalunya a decidir libremente su futuro. Así es según la Doctrina Social de la Iglesia Católica, los documentos pontificios y los textos del episcopado catalán. La lectura de «Nació i magisteri pontifici» de Antoni M. Oriol y Tataret y «Fet nacional i magisteri social de l’Església) de Antoni M.Oriol y Joan Costa es imprescindible.
5. ¿Esperando a Omella? se pregunta el periodista José Lorenzo. O no, gracias. El obispo Juan José Omella es contrario a los intereses legítimos de Catalunya en dos asuntos muy graves. Primero, Omella lidera la ofensiva aragonesa contra los bienes culturales del obispado de Lleida. Segundo, Omella se alinea con el cardenal Antonio María Rouco y se desmarca de la postura de los obispos catalanes que defienden la legitimidad de la reivindicación nacional catalán según la doctrina social de la Iglesia.